Los pueblos de la Sierra Nororiental del estado de Puebla que se extienden a lo largo de la cuenca del rio Apulco mantienen muchos mitos y leyendas, mitos que algunas personas han vivido en carne propia, momentos que los han hecho cimbrar de miedo y de terror. Muchas historias se han contado, quizás algunos para espantar a los niños para que no salgan en las noches, quizás no sucedieron, pero en mi caso no me gustaría averiguar si fueron ciertos o no.
Después de una asamblea en un pueblo dos señores quedaron platicando hasta más de la media noche, se quedaron sentados bajo un pequeño techado de cartón, mientras hablaban de lo que había sucedido en su asamblea y de otros planes que les gustaría hacer para su pueblo. Mientras tanto en los alrededores del pueblo que aún era totalmente monte se escuchaban el chillido de las lechuzas, el aullido de las zorras, animales que se les considera traen mal augurio.
Ya el reloj marcaba más de la 1 de la madrugada, de pronto escucharon que alguien caminaba sobre la carretera, se escuchó rodar alguna piedrecilla, los señores se levantaron para asomarse hacia la camino y vieron como una mujer de vestido blanco llevaba de la mano un niño, se quedaron viendo entre si y uno de ellos dijo –pobre mujer ¿la habrán corrido de su casa?, ¿quién será? mencionó el otro señor. Dijo el primero, –vamos a detenerla y ofrecerle ayuda, ya es muy noche. Pareció que su reacción fue rápida, pero cuando subieron hacia la carretera la mujer y el niño ya se perdían en la primera curva, uno de ellos que era más joven corrió hacia la curva para detenerla, mientras el otro iba más despacio. Cuando el señor llegó hacia la curva, cuál fue su sorpresa al ver a la mujer que ya no llevaba al niño, su cabellera más larga y que no pisaba sobre el suelo sino que parecía que volaba.
Sintió como su cuerpo le recorría algo frío, todo su cabello de punta y se le entumía la boca por el miedo, mientras tanto llegaba el otro señor que al ver a su acompañante sabía que estaban en problemas. No le preguntó nada más, rápidamente lo llevó a la casa más cercana, tocaron la puerta hasta que los recibieron, contaron lo que el otro había visto, prepararon y le pasaron sobre el cuerpo incienso de copal con hojas de aguacate y sauco, para que el espíritu malo se alejara de su cuerpo y de todos los ahí presentes.
Cuentan que fue la llorona quien ya había encontrado a su hijo, por eso lo llevaba de la mano, pero que en ese momento quería llevarse el alma de un hombre para que la acompañe en su dolor.